Una investigación reciente de Alonso et al., (2018) estudia los problemas que se presentan en el tratamiento de los trastornos de ansiedad a nivel mundial.
Los desórdenes de ansiedad son la causa principal de la carga de enfermedad. Las brechas de tratamiento han sido descritas pero no habían datos mundiales. Los autores estimaron la proporción de personas que: a) percibían la necesidad de tratamiento; b) recibían tratamiento; y c) recibían, posiblemente, un tratamiento adecuado, entre personas con diagnóstico de ansiedad según el DSM-IV en 21 países.
Se evaluaron los datos de encuestas de Salud Mental Mundial (World Mental Health –WMH) realizadas en 23 comunidades de 21 países. Los trastornos mentales fueron evaluados con la WHO-Composite International Diagnostic Interview (WHO-CIDI). Los trastornos del DSM-IV incluyeron el desorden de estrés post traumático, aunque no se considere así en el DMS-V. Se preguntó si en los 12 meses previos los participantes habían sentido la necesidad de tratamiento profesional y si la habían obtenido (atención médica general o especializada, atención médica alternativa complementaria, o no habían recibido atención) para problemas con emociones, nervios, salud mental o uso de alcohol o drogas. Recibir un tratamiento posiblemente adecuado fue definido como recibir farmacoterapia (un mes o más de tratamiento y cuatro visitas o más al médico) o psicoterapia, medicina alternativa complementaria o ningún cuidado.
De los 51.547 participantes (tasa de respuesta = 71.3%), 9.8% había tenido un desorden de ansiedad en los últimos 12 meses, 27.6% no recibieron tratamiento y sólo el 9.8% recibió tratamiento posiblemente adecuado. 41.3% de estos participantes percibió necesidad de atención para su trastorno. Se encontraron bajos niveles de tratamiento en países con menor ingreso.
Los autores encontraron a nivel mundial que existen niveles bajos de uso de servicios y una alta proporción servicios recibidos que no cumplen con estándares de adecuación para los desórdenes de ansiedad. Los resultados sugieren la necesidad de mejorar el reconocimiento de los desórdenes de ansiedad y la calidad del tratamiento.
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