Silvana D’Anello Koch

SilvanaNo puedo precisar cuando conocí a Silvana, pero me imagino que la debí ver por primera vez cuando asistí a alguna edición del Encuentro Venezolano de Motivación (EVEMO), que organizaba el Centro de Investigaciones Psicológicas de la Universidad de los Andes.

Seguramente allí me cruce con su risa pero fue luego, gracias a esa otra madre que la Psicología me ha dado y que se llama Ligia M. Sánchez, que comencé a tratarla. Ser parte de la directiva de ALAPSA Venezuela me abrió las puertas a trabajar con ella en otras áreas. Me asesoró con algunos trabajos de mi doctorado y luego nos invitó con otro grupo de colegas al que fue su último gran proyecto, y que este año vio luz: La Escuela de Psicología de la Universidad de los Andes, adscrita a la Facultad de Medicina.

Silvana me dejó recuerdos entrañables, tanto así que no puedo dejar de sonreír cuando la recuerdo. Físicamente se nos fue temprano, pero nos dejó un legado que perdurará no solamente en sus publicaciones o en quienes formó a los largo de su trayectoria docente, sino en todos en los que, aún sin conocerla, tendrán la oportunidad de estudiar la Psicología como una ciencia de la salud.

Para que conozcan más de lo que fue su trayectoria, tomo prestadas las palabras del blog de mi querido Pablo Canelones para que sea él, quien compartió mucho más con ella en lo personal y profesional, quien describa a esta inteligente, hermosa y risueña mujer que dejó su huella en quienes la conocimos.

Semblanza de Silvana D´Anello Koch

Pablo Canelones

Buenas tardes apreciados colegas y congresantes de ALAPSA y la SIVMEC. Me han concedido el honor de hablar de la Dra. Silvana D´Anello Koch, mi hermana de promoción, ausente por primera vez de la organización y realización de este evento, pues nos dejó físicamente el 9 de marzo de 2013, pero siempre estará presente en el recuerdo, en el profundo vínculo afectivo que estableció con sus seres queridos, con quienes compartió su vida académica y con quienes tuvimos la dicha de compartir su amistad, esta fuerza sublime trasciende los límites físicos.

Difícil tarea que se me ha encomendado por el conflicto que me plantea el cumplir con la sobria formalidad que supone este acto y la tentación del “ven acá y cuéntame” tan típico de Silvana, para relatar tantas anécdotas que focalizan mi recuerdo. Procuraré hablar de ella con la mesura que le caracterizó y como le hubiese gustado que hablaran de ella.

Silvana nació en Mérida, Venezuela, el 2 de mayo de 1958, sus padres fueron el ingeniero Armando D’Anello y la abogada Anneliese Koch, descendientes de intalianos y alemanes respectivamente, pero con profundo arraigo venezolano, de esta forma bautizaron a la niña con el nombre de Silvana Coromoto, como la patrona de Venezuela. Esta diversidad cultural hogareña fundó la bases formativas en valores como: el amor al conocimiento, al trabajo, la disciplina, la responsabilidad y solidaridad social que luego enriquecieron las hermanas dominicas de Ciudad Bolívar donde transcurrieron sus años de primaria y bachillerato en el Colegio “Nuestra Señora de las Nieves”, cuyo lema era “contemplar y dar lo contemplado”, lo que pareció ser una constante en ella, en términos laicos: el saber, investigar, descubrir para dar.

En 1975 Ingresó a la Universidad Católica Andrés Bello, desde esa época nos unió una fraterna amistad a consecuencia del trabajo en equipo que compartimos en diferentes ámbitos, allí no solo cursó los estudios de Psicología sino que además aprovechó para realizar las actividades de alfabetización que organizaba nuestro padrino de promoción Jean Pierre Wyssenbach en las barriadas de La Vega, y se comprometió con actividades políticas en los sindicatos fabriles, e impulsó desde la asamblea de delegados la creación del centro de estudiantes de psicología para darle solidez al cogobierno estudiantil, de reciente formación en esa época. En 1979 ocupó el cargo de representante estudiantil ante el consejo de escuela de psicología, con el que inició su incursión en el ámbito de lo docente administrativo.

Egresó en 1980 con el título de Licenciado en Psicología, en 1986 obtuvo la Maestría en Psicología Educativa en la Universidad Nacional Experimental de Guayana y en 1997 el doctorado en Psicología Social en la Universidad de Kansas USA, en donde alternaba sus estudios con la crianza de su hija María Fernanda y contrae segundas nupcias con Juan Bosco Colina. En el ejercicio de su actividad profesional, incursionó en la psicología educativa, en preescolar y en el área de psicología laboral en la Corporación Venezolana de Guayana, para luego orientarse definitivamente al campo de la docencia e investigación; primero en el Centro de Investigaciones Psicoeducativas de la Universidad Experimental de Guayana y desde 1987 en el Centro de Investigaciones Psicológicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Los Andes. Allí se desempeñó como docente e investigador de pregrado y postgrado, llegó a ser Profesora Titular y ocupó la dirección del centro desde el 2007 hasta su jubilación en el año 2010.

Su motivación de saber para dar se puso de manifiesto también en el fortalecimiento de líneas de investigación integradas al trabajo académico, en las que incluyó a estudiantes de pregrado y postgrado, para hacer de la investigación una actividad inherente al proceso educativo. Han sido importantes sus aportes para la creación y optimización de escalas de medición de constructos psicológicos adaptadas a nuestro país, así como en aspectos preventivos y curativos de enfermedades psicosomáticas y de alteraciones psicológicas relacionadas con variables sociales o laborales. Su línea de investigación más reciente estuvo relacionada con la psicoinmunología. Dirigió varios protocolos sobre las emociones y su influencia en las inmunoglobulinas, igualmente indagó sobre el humor y la risa, tema sobre el que aportó un modelo sobre el humor y sus diferentes manifestaciones así como escalas para mensurar cada una de ellas y relacionarlas con la respuesta inmune.

Su trabajo mereció reconocimientos nacionales e internacionales, como dijo la Dra. Ligia Sánchez, Silvana “ha sido pilar fundamental de la psicología de la salud en Venezuela”. Su creencia en la acción colectiva institucional o en equipos de trabajo se puso de manifiesto en la multiplicidad de asociaciones científicas nacionales e internacionales a las que pertenecía y en alguna de ellas formó parte de su junta directiva. Fue Secretaria Internacional de la Asociación Latinoamericana de Psicología de la Salud y Vicepresidenta de ALAPSA- Venezuela, por solo citar dos ejemplos.

Ilustró con inteligencia, solidez teórica, disciplina, gracia y sensibilidad su amor por el conocimiento y la investigación como un hecho cotidiano e inherente a la actividad profesional, varias promociones de médicos y psicólogos formados por ella han hecho de la investigación el centro de su actividad laboral o parte de su rutina profesional aplicada. Su preocupación por la formación de nuevas generaciones de psicólogos con sólida formación científica fue uno de los motivos que le llevó a promover desde la dirección del Instituto de Investigaciones la carrera de Psicología dentro de la ULA, proyecto del que siempre habló con entusiasmo y con visión de futuro.

Cuando supo su diagnóstico, después de recuperarse del impacto emocional, en concordancia con sus cualidades personales conformó un equipo multidisciplinario para hacer frente a la situación. Nunca pensé que formaría parte de su último equipo de trabajo para apoyarla en el logro de su objetivo, de retar el pronóstico de la enfermedad. Lo hizo con tanta convicción que supero más de 8 veces la expectativa de vida, tiempo que le permitió cerrar y disfrutar de importantes eventos vitales, entre otros: el hermoso privilegio como profesor universitario de imponer la medalla de graduación a su hija, María Fernanda, recibir de manos de su hija e hijo político el título de abuela con la llegada de Matias, y poder despedir a su madre Aneliese Koch. Igualmente le sirvió para prepararse y preparar a sus seres queridos para el momento de su partida de la que intuía su proximidad.

Sin dudas Silvana fue una persona muy especial: mujer, madre, esposa, amiga, trabajadora incansable, directa en su comunicación, disciplinada, afectuosa, protectora, solidaria, sencilla, con buen sentido del humor, de risa contagiosa, buenos sentimientos y firmeza en sus convicciones. Permítanme ilustrar estas cualidades con una anécdota. En enero de 2012 fue a Caracas a hacerse unos exámenes, se quejaba de dolor en una pierna al estar sentada o caminar, hablamos de un compañero de promoción que tenía muchos problemas y había que ingresarlo a una institución. Enseguida me dijo que me acompañaría para ingresarlo. Yo me hice el loco con la esperanza de que se le olvidara, pero el día pautado, muy temprano en la mañana sonó mi teléfono y era ella, para cuadrar los detalles del ingreso de nuestro amigo. Así era nuestra Silvana.

Quiero cerrar estas palabras con un hermoso mensaje que escribió su esposo Juan Bosco Colina, a quien amó profundamente y con quien compartió los últimos 19 años de su vida “…A Silvana hay que recordarla con amor, no con dolor, aun cuando comprende nuestro sufrir. Cuando uno eleva una oración ella lo percibe con entusiasmo. Son lazos de amor que se establecen entre dos seres que se han amado y que se seguirán amando por siempre…”

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