La dictadura de sentirse bien

emociones

En los últimos años hemos asistido al resurgimiento de la Psicología Positiva, que retoma el camino de autores como Maslow y Rogers, quienes a su vez se basan en los aportes de filósofos  humanistas como Kierkegaard y Buber. Y así podríamos seguir, solo para decir que la cosa no es nueva.

Estos nuevos aires se los debemos al impulso de uno de los más notables psicólogos sociales experimentales del s. XX, como lo es Martin Seligman.  Pero no es sólo un remozamiento, también se han hecho nuevos aportes al conocimiento psicológico y, como en la buena Ciencia, la Psicología Positiva se monta «sobre hombros de gigantes».

En lo personal creo que el aporte más importante de Seligman a la Psicología Positiva ha sido su conocimiento y experiencia científica, lo que le ha llevado a promover la investigación como sustento de los aportes que realizan él y otros notables del área como Mihály Csíkszentmihályi  o Bárbara Fredrickson, entre muchos otros. También es cierto que el renacer de este enfoque ha venido acompañado de una buena estrategia de mercadeo que ha logrado popularizar a la Psicología Positiva. ¿Eso es malo? No, de entrada, no lo es. Quienes hacemos ciencia estamos conscientes de la necesidad de divulgación del conocimiento, esto es hacer el conocimiento accesible para los no especialistas. También es cierto que esta vulgarización ha sido utilizada por excelentes mercaderes para hacer recetas de cocina sobre felicidad y darle mala reputación a las llamadas emociones negativas.

Y aunque este es un blog sobre Bienestar, que busca promover ese estado de satisfacción y tranquilidad, tengo que decir que parece existir una dictadura del sentirse bien. Está de moda ser feliz, ser positivista (sic), resiliente, estar de buen humor, fluir con la vida y evitar las emociones negativas. Los mercaderes del bienestar nos venden una vida (superficialmente) feliz. Y está bien promover todas esas cosas, el problema es la dictadura, el problema es la terrible distorsión que se crea sobre las emociones y cómo afrontar los problemas que vivimos en nuestra vida cotidiana.

Es importante diferenciar entre caer en una espiral neurótica centrándose en todo lo malo que ocurre, escogiendo selectivamente la información que me indica que todo está muy jodido a mi alrededor, a lo natural, sano y «normal» que es experimentar tristeza ante una pérdida, rabia por una injusticia o ansiedad ante la incertidumbre.

El pecado original de las emociones negativas parece estar en el infortunado adjetivo que usamos para calificarlas, pues equivalemos lo negativo a lo malo. Y ellas son sólo emociones desagradables, pero útiles. De ello hablaré en la próxima entrega.

 

 

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